miércoles, 14 de abril de 2010

Salvo que esta palabra no es la acertada


Querido Leon:
Todavía recuerdo vívidamente la primera vez que fui a visitarte a tu estudio o a la habitación que utilizabas entonces como estudio. Hace unos cuarenta años de eso. Recuerdo los escombros y la esperanza omnipresente. La esperanza era extraña porque su naturaleza era semejante a la del hueso que el perro entierra en el jardín.
Ahora el hueso ha sido desenterrado, y la esperanza se ha transformado en un impresionante logro. Salvo que esta palabra no es la acertada, ¿no crees? Que se vayan al infierno todos los logros y su reconocimiento, que siempre llega demasiado tarde. Pero se ha cumplido una esperanza de redención. Has salvado gran parte de lo que amas.
Las palabras no son la mejor manera de decir todo esto. Es como tratar de describir el sabor del ajo o el olor de los mejillones. De lo que quiero hablarte es del estudio.
Lo primero que preguntan los pintores con respecto al espacio que va a convertirse en estudio es siempre relativo a la luz. Y uno podría pensar en los estudios como en una especie de invernadero o de observatorio o incluso de faro. Y, por supuesto, la luz es importante. Pero en mi opinión, un estudio, cuando se utiliza, es mucho más parecido a un estómago. Es un lugar de digestión, de transformación y evacuación. Es donde las imágenes cambian de forma. Donde todo es al mismo tiempo, regular e impredecible. Donde no hay un orden aparente y donde se origina todo el bienestar. Un estómago lleno es, desgraciadamente, uno de los sueños más antiguos de mundo. ¿No?
Puede que esté diciendo todo esto para provocarte, porque me gustaría saber qué imágenes te sugiere a ti un estudio (el lugar donde se hacen las imágenes), a ti que te has pasado tantos años solo en uno. Ya me dirás…
John

John Berger.
Dibujar: Correspondencia con Leon Kossoff.
El tamaño de una bolsa.
2004
 .

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